Juan: 1, 32

Juan: 1, 32

“…Yo no lo conocía, pero he venido a bautizar con agua, para que Él sea dado a conocer a Israel…”

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Claro que no conocemos al Señor, y si no nos acercamos menos, por ello es bueno buscarle y conocerle para amarle, ya que no se puede de otra manera una vez que te lo presentan en persona. Vale la pena.

“La Sagrada Familia”

“La Sagrada Familia”

Lucas: 2, 41-51

Los padres de Jesús solían ir cada año a Jerusalén para las festividades de la Pascua. Cuando el niño cumplió doce años, fueron a la fiesta, según la costumbre. Pasados aquellos días, se volvieron, pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que sus padres lo supieran. Creyendo que iba en la caravana, hicieron un día de camino; entonces lo buscaron, y al no encontrarlo, regresaron a Jerusalén en su busca.
Al tercer día lo encontraron en el templo, sentado en medio de los doctores, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Todos los que lo oían se admiraban de su inteligencia y de sus respuestas. Al verlo, sus padres se quedaron atónitos y su madre le dijo: «Hijo mío, ¿por qué te has portado así con nosotros? Tu padre y yo te hemos estado buscando llenos de angustia». Él les respondió: «¿Por qué me andaban buscando? ¿No sabían que debo ocuparme en las cosas de mi Padre?» Ellos no entendieron la respuesta que les dio. Entonces volvió con ellos a Nazaret y siguió sujeto a su autoridad. Su madre conservaba en su corazón todas aquellas cosas.

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La familia constituida por Jesús Nuestro Salvador, María Santísima y San José. La Sagrada Familia es reflejo de la Trinidad y modelo de toda familia.

La devoción popular a la Sagrada Familia se propagó en gran escala a partir del siglo XVII. Entre los papas modernos, Pío IX en 1847 y León XIII en 1892 promovieron esta devoción. La solemnidad de la Sagrada Familia se celebra en el domingo de la octava de Navidad.

El ejemplo de Nazaret
De las alocuciones del papa Pablo sexto

Alocución en Nazaret 5 de enero de 1964

Nazaret es la escuela donde empieza a entenderse la vida de Jesús, es la escuela donde se inicia el conocimiento de su Evangelio.

Aquí aprendemos a observar, a escuchar, a meditar, a penetrar en el sentido profundo y misterioso de esta sencilla, humilde y encantadora manifestación del Hijo de Dios entre los hombres. Aquí se aprende incluso, quizá e una manera casi insensible, a imitar esta vida.

Aquí se nos revela el método que nos hará descubrir quién es Cristo. Aquí comprendemos la importancia que tiene el ambiente que rodeó su vida durante su estancia entre nosotros, y lo necesario que es el conocimiento de los lugares, los tiempos, las costumbres, el lenguaje, las prácticas religiosas, en una palabra, de todo aquello de que Jesús se sirvió para revelarse al mundo. Aquí todo habla, todo tiene un sentido.

Aquí, en esta escuela, comprendemos la necesidad de la disciplina espiritual si queremos seguir las enseñanzas del Evangelio y ser discípulos de Cristo.

¡Cómo quisiéramos ser otra vez niños y volver a esta humilde pero sublime escuela de Nazaret! ¡Cómo quisiéramos volver a empezar, junto a María, nuestra iniciación a la verdadera ciencia de la vida y a la más alta sabiduría de la verdad divina!

Pero estamos aquí como peregrinos y debemos renunciar al deseo de continuar en esta casa el estudio, nunca terminado, del conocimiento del Evangelio. Mas no partiremos de aquí sin recoger rápida, casi furtivamente, algunas enseñanzas de la lección de Nazaret.

Su primera lección es el silencio. Cómo desearíamos que se renovara y fortaleciera en nosotros el amor al silencio, este admirable e indispensable hábito del espíritu, tan necesario para nosotros, que estamos aturdidos por tanto ruido, tanto tumulto, tantas voces de nuestra ruidosa y en extremo agitada vida moderna. Silencio de Nazaret, enséñanos el recogimiento y la interioridad, enséñanos a estar siempre dispuestos a escuchar las buenas inspiraciones y la doctrina de los verdaderos maestros. Enséñanos la necesidad y el valor de una conveniente formación, del estudio, de la meditación, de una vida interior intensa, de la oración personal que sólo Dios ve.

Se nos ofrece además una lección de vida familiar. Que Nazaret nos enseñe el significado de la familia, su comunión de amor, su sencilla y austera belleza, su carácter sagrado e inviolable, lo dulce e irreemplazable que es su pedagogía y lo fundamental e incomparable que es su función en el plano social.

Finalmente, aquí aprendemos también la lección del trabajo. Nazaret, la casa del hijo del artesano: cómo deseamos comprender más en este lugar la austera pero redentora ley del trabajo humano y exaltarla debidamente; restablecer la conciencia de su dignidad, de manera que fuera a todos patente; recordar aquí, bajo este techo, que el trabajo no puede ser un fin en sí mismo, y que su dignidad y la libertad para ejercerlo no provienen tan sólo de sus motivos económicos, sino también de aquellos otros valores que lo encauzan hacia un fin más noble.

Queremos finalmente saludar desde aquí a todos los trabajadores del mundo y señalarles al gran modelo, al hermano divino, al defensor de todas sus causas justas, es decir: a Cristo, nuestro Señor.

Oración a la Sagrada Familia

S.S. Pablo VI

Sagrada Familia de Nazaret:
enséñanos el recogimiento, la interioridad;
danos la disposición de escuchar las buenas inspiraciones
y las palabras de los verdaderos maestros;
enséñanos la necesidad del trabajo,
de la preparación, del estudio,
de la vida interior personal, de la oración,
que sólo Dios ve en lo secreto;
Enséñanos lo que es la Familia,
su comunión de amor,
su belleza simple y austera,
su carácter sagrado e inviolable.
Amén

Fuente: Corazones.org

«No es coincidencia»

«No es coincidencia»

Mateo 1, 18-24

Cristo vino al mundo de la siguiente manera: Estando María, su madre, desposada con José, y antes de que vivieran juntos, sucedió que ella, por obra del Espíritu Santo, estaba esperando un hijo. 

José, su esposo, que era hombre justo, no queriendo ponerla en evidencia, pensó dejarla en secreto. 

Mientras pensaba en estas cosas, un ángel del Señor le dijo en sueños: “José, hijo de David, no dudes en recibir en tu casa a María, tu esposa, porque ella ha concebido por obra del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y tú le pondrás el nombre de Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados”. 

Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que había dicho el Señor por boca del profeta Isaías: He aquí que la virgen concebirá y dará a luz un hijo, a quien pondrán el nombre de Emmanuel, que quiere decir Dios-con-nosotros. 

Cuando José despertó de aquel sueño, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y recibió a su esposa.

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Corremos el riesgo de tomar como una coincidencia todos los eventos donde Dios se hace presente en nuestra historia con hechos salvíficos concretos, que van de acuerdo a su plan, el cual dista mucho de ser imperfecto o tomarlo como tal por el hecho de que no se ajusta a nuestra particular voluntad.

De antemano hay que tener muy en cuenta el hecho de que absolutamente nada ocurre al azar, todo tiene un por qué y un para qué, aunque nosotros no lo veamos o en su defecto no lo  queramos ver.

Aquí la importancia radica en que eso a lo que llamamos coincidencia, que remarco, no lo es, es la conjunción de la voluntad de Dios con la de aquellos que han decidido libremente cooperar, concretizando un plan que se ejecuta en su momento, como lo es la concepción y el nacimiento de Jesús. 

Las circunstancias no necesariamente deben ser perfectas, Dios se vale incluso de las peores situaciones para a través de ellas sacar adelante a aquellos que sabe les ha otorgado el don cuando desean colaborar, no son personas selectas y únicas programadas por Dios, sino que al igual que nosotros se les da la oportunidad de incidir en el plan de Dios y lo hacen plenamente suyo, como María, como José, que del común son invitados y son capaces de responder grandemente.

Ahí radica la gran diferencia, de entre los que no desean ser partícipes de los dones y responsabilidades que Dios les brinda y, que a su vez les ayuda a concretarlas. La coincidencia radica en el punto donde incide el amor de Dios y la respuesta generosa del ser humano. Pero jamás es coincidencia mágica o al azar, es intencionada y responsable, lo bueno o lo malo, es que para que ocurra, de nosotros depende, porque la invitación de Dios es clara y evidente a nuestro lado durante la oportunidad que nos da en la vida.

“Nuestra Señora de Guadalupe”

“Nuestra Señora de Guadalupe”

Lucas 1, 39-48

En aquellos días, María se encaminó presurosa a un pueblo de las montañas de Judea, y 

entrando en la casa de Zacarías, saludó a Isabel. En cuanto ésta oyó el saludo de María, la creatura saltó en su seno. 

Entonces Isabel quedó llena del Espíritu Santo, y levantando la voz, exclamó: “¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a verme? Apenas llegó tu saludo a mis oídos, el niño saltó de gozo en mi seno. Dichosa tú, que has creído, porque se cumplirá cuanto te fue anunciado de parte del Señor”. 

Entonces dijo María: “Mi alma glorifica al Señor y mi espíritu se llena de júbilo en Dios mi salvador, porque puso sus ojos en la humildad de su esclava”. 

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Con motivo de la fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe, comparto un estudio que habla sobre el “Hecho Guadalupano” que narra toda la influencia que ha tenido nuestra venerada imagen de Santa María de Guadalupe, espero sea muy informativo y de tu agrado.

LAS APARICIONES

El relato completo de las apariciones de NUESTRA SEÑORA DE GUADALUPE está en el escrito titulado “NICAN MOPOHUA”, que significa “aquí se encuentra, se ordena”, fue escrito por el indio mexicatl Juan Valeriano, en el idioma náhuatl. Según el padre jesuita Francisco de Florencia (1619-1695), Valeriano lo hizo entre 1540 y 1545 de acuerdo a los hechos que directamente le reveló Juan Diego.

 

Brevemente resumiré lo acontecido: A principios del mes de diciembre de 1531, un día sábado, la Virgen se le aparece a un pobre indio mexicano llamado Juan Diego, a quien le encarga de visitar al Obispo con el “expreso mensaje” de que le construya un templo en su honor “para en ella mostrar y dar todo mi amor, misericordia, auxilio y defensa, pues yo soy vuestra cariñosa Madre”.

 

El Obispo Juan de Zumárraga, no le da crédito al humilde mensajero; Juan Diego retorna desconsolado. Ese mismo día, por la tarde se encuentra por segunda ocasión con la Virgen, narrándole todo lo que pasó con el “Señor Obispo”. Tan pequeño e inútil se siente, que le pide que escoja a otro. La Virgen lo anima y como respuesta, recibe  nuevamente el encargo de visitar al Obispo al día siguiente.

 

El domingo, llegada la hora, se repitió lo mismo, el Obispo no le dio crédito a sus palabras, argumentándole “que, además era muy necesaria alguna señal para que se le pudiera creer que le enviaba la misma Señora del Cielo”. La Madre de Dios se le aparece por tercera ocasión a Juan Diego, quien acongojado le refiere a la Virgen lo que le pide el obispo: Una señal para ser creído. La Virgen le dice que regrese al otro día para entregarle la señal que solicita.

 

Juan Diego pasó algunas vicisitudes, (un tío suyo llamado Juan Bernardino a quién también se le aparece la Virgen, se puso muy enfermo), lo que le impidió a Juan Diego asistir al Tepeyac el día lunes. El martes al amanecer, mientras ascendía la ladera del cerro del Tepeyac, Juan Diego, ve bajar de la cumbre del cerrillo a la Virgen que sale a su encuentro, y le dice:

“Sube, hijo mío, el más pequeño, a la cumbre del cerrillo; allí donde me viste y te hablé. Hallarás que hay diferentes flores; córtalas, júntalas, recógelas; enseguida baja y tráelas a mi presencia”.

 

Juan Diego cumplió lo encomendado y le trajo las más bellas y variadas rosas que encontró. La Virgen las tomó entre sus manos y depositándolas en la tilma de Juan Diego, le dijo:

 

“Hijo mío, el más pequeño, esta diversidad de rosas es la prueba y señal que llevarás al obispo. Le dirás en mi nombre que vea en ella mi voluntad y que él tiene que cumplirla. Tú eres mi embajador, muy digno de confianza. Rigurosamente te ordeno que sólo delante del obispo despliegues tu manta y descubras lo que llevas. Contarás bien todo: dirás que te mandé subir a la cumbre del cerrillo para cortar flores; y todo lo que viste y admiraste, para que puedas convencer al obispo que dé su ayuda, a fin que se construya el templo que he pedido”.

 

Juan Diego, acudió donde el Obispo y luego de referirle lo acontecido con la Virgen desplegó entonces su blanca manta, pues tenía en su regazo las flores; y cuando se esparcieron por el suelo todas las diferentes rosas de Castilla, se dibujó en ella y apareció de repente la preciosa imagen de la siempre Virgen Santa María, Madre de Dios, de manera que está y se guarda hoy en su templo del Tepeyac, que se nombra Guadalupe”.

 

Guadalupe es una palabra árabe dentro del castellano que significa para unos “VALLE DE AMOR”, para otros “RÍO DE LUZ”. Ciertamente Ella aparece “encinta”, rodeada de la LUZ del sol. Además, es digno de resaltar que en el ornamento que lleva puesto se aprecia claramente la palabra “LUZ”. En Santa María de Guadalupe se realiza y cumple a la perfección la palabra del Apocalipsis 12, 1: “Una gran señal apareció en el cielo. Una mujer vestida del sol, con la luna bajo sus pies, y una corona de doce estrellas sobre su cabeza; está encinta…”.

 

En los documentos de Puebla (282) refiriéndose al “hecho guadalupano”, encontramos lo siguiente:

 

“Desde los orígenes -en su aparición y advocación de Guadalupe- María constituyó el gran signo, del rostro maternal y misericordioso de la cercanía del Padre y de Cristo, con quienes ella nos invita a entrar en comunión. María fue también la voz que impulsó a la unión entre los hombres y pueblos. Y, como el de Guadalupe los otros Santuarios Marianos del continente son signos del encuentro de la fe de la Iglesia con la historia latinoamericana”.

 

2.   ¿CÓMO ES LA BENDITA IMAGEN?

La altura de su imagen es de 1,43 cm. Un escrito antiguo la describe así:

 

“Su hermoso rostro es muy grave y noble, un poco moreno. Su precioso busto aparece humilde; están sus manos juntas sobre el pecho, hacia donde empieza la cintura. Es morado su cinto, solamente su pie derecho descubre un poco la punta de su calzado color ceniza. Su ropaje, en cuanto se ve por fuera, es de color rosado, que en las sombras parece bermejo; y está bordado con diferentes flores, todas en botón y bordes dorados. Prendido en su cuello está un anillo dorado, con rayas negras al derredor de las orillas, y en medio una cruz. Además de adentro asoma otro vestido blando y suave, que ajusta bien en las muñecas y tiene deshilado el extremo.

 

Su velo, por fuera, es azul celeste; sienta bien en su cabeza; no cubre nada de su rostro; y cae hasta sus pies, ciñéndose un poco por el medio; tiene toda la franja dorada, que es algo ancha, y estrellas de oro por todo él, las cuales son cuarenta y seis. Su cabeza se inclina hacia la derecha; y encima, sobre su velo, está una corona de oro de figuras estrechas hacia arriba y anchas abajo. A sus pies está la luna, cuyos cuernos miran hacia arriba. Se yergue exactamente en medio de ellos y de igual manera aparece en medio del sol, cuyos rayos la siguen y rodean por todas partes.

 

Son cien los resplandores de oro, unos muy largos, otros pequeñitos y con figuras de llamas: doce circundan su rostro y cabeza; y son por todos cincuenta los que salen de cada lado. Junto a ellos, al final, una nube blanca rodea los bordes de su vestidura.

 

Esta preciosa imagen con todo lo demás, está sobre un ángel, del cual se ve solo medio cuerpo hasta la cintura; hacia abajo está como metido en la nube. Los extremos del vestido y del velo de la Señora del Cielo, que caen muy bien en sus pies, por ambos lados los coge con sus manos el ángel, cuya ropa es de color bermejo, con un cuello dorado, y cuyas alas desplegadas son de ricas plumas, largas y verdes, y de otras diferentes. La van llevando las manos del ángel, que, al parecer, está muy contento de conducir así a la Reina del Cielo”.

3.    NUESTRA SEÑORA DE GUADALUPE EN EL VATICANO

La “Guadalupana” ha hecho historia, pues goza de un relevante puesto de honor en la gloria Vaticana. Una copia de Nuestra Señora de Guadalupe de ocho metros de alto, fue entronizada solemnemente en la Basílica de San Pedro el 12 de diciembre de 1933, ante la presencia del Papa Pío XI y 226 obispos de América.

 

EL Papa Pío XII hizo levantar en los jardines del Vaticano un monumento en mármol representando el “Hecho Guadalupano”, en el instante en que Juan Diego al desplegar el ayate ante el obispo Juan de Zumárraga aparece portentosamente dibujada su venerada imagen. Su inauguración tuvo lugar el 24 de septiembre de 1939 en uno de los extremos del jardín del Vaticano. El Papa Juan XXIII la hizo trasladar a un lugar más céntrico del jardín, junto a la torre de San Juan.

 

En la actualidad, en las grutas del Vaticano, (compartiendo el mayor de los privilegios), junto a de la tumba de San Pedro, hacia el lado izquierdo, se encuentra un pequeño altar con la imagen expuesta de Nuestra Señora de Guadalupe. El Papa Juan Pablo II bendijo e inauguró la capilla con una misa celebrada el 12 de mayo de 1992.

4.   SAN JUAN DIEGO, EL HUMILDE MENSAJERO DEL TEPEYAC (¿1474?-1548)

Es innegable que su figura va unida al “hecho guadalupano”. Juan Diego nació en Cuautitlán. Según las publicaciones de 1666, del padre Luis Becerra Tanco, Juan Diego, se fue a vivir en Tulpetlac. Su nombre indígena fue “Cuauhtlatoatzin” que en el idioma náhuatl significa “el que habla como águila”.

 

Estuvo casado con Malíntzin. Una vez convertidos al cristianismo se bautizaron, recibiendo los nombres de Juan Diego y María Lucía respectivamente. Después del portentoso acontecimiento con la Virgen,  como su esposa había fallecido, se dedicó por completo al cuidado de la “ermita” de su querida Virgen. En la ermita permaneció por el espacio 17 años, hasta que, según narra la tradición, mientras Juan Diego realizaba la limpieza, la Virgen le avisó de su cercano “tránsito” al cielo. Murió en el año de 1548 auxiliado y confortado por la misma Señora del cielo, según lo atestiguan las propias informaciones guadalupanas.

 

En México, el 6 de mayo de 1990, en la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe, Juan Diego el humilde mensajero, fue beatificado por el Papa Juan Pablo II junto con los tres niños mártires de Tlaxcala: Cristóbal, Antonio, Juan y el sacerdote José María de Yermo y Parres. En aquel día su Santidad, en su homilía, refiriéndose a Juan Diego en una de sus partes manifestó:

 

“Las noticias que de él nos han llegado encomian sus virtudes cristianas: su fe sencilla, nutrida en la catequesis y acogedora en los misterios; su esperanza y confianza en Dios y en la Virgen, su caridad, su coherencia moral, su desprendimiento y pobreza evangélica.

 

Llevando vida de ermitaño aquí, junto al Tepeyac fue ejemplo de humildad. La Virgen lo escogió entre los más humildes para esa manifestación condescendiente y amorosa cual es la aparición guadalupana. Un recuerdo permanente de esto es su rostro materno y su imagen bendita, que nos dejó como inestimable regalo. de esta manera quiso quedarse entre vosotros, como signo de comunión y de unidad de todos los que tenían que vivir y convivir en esta tierra”.

 

Don Lauro López Beltrán, sacerdote mexicano, considerado en su tiempo como uno de “los grandes servidores contemporáneos de María” y el más ferviente apóstol de Guadalupe y Juan Diego del siglo XX, en su libro titulado Juan Diego, laico, modelo, apóstol y patrón de los laicos de ayer y de hoy, escribe:

 

“La Virgen no sólo le habló a Juan Diego, sino que en Juan Diego, también nos habló a nosotros, y sigue y seguirá hablando a todos los que vengan detrás de nosotros. La Virgen al mirar a Juan Diego, nos miró en él a todos nosotros. A todos y cada uno de los mexicanos del presente, del pasado y del futuro. Lo que María de Guadalupe le pidió a Juan Diego, nos lo pidió a nosotros que somos el Juan Diego secular. Juan Diego no ha muerto. Juan Diego es inmortal. Juan Diego somos nosotros…

 

La Virgen pudo haber escogido a un ángel de los muchos que le sirven o a uno de los virtuosos proto-evangelizadores de nuestra patria. Pero quiso que fuera él -él y no otro- para que nosotros nos sintiéramos Juan Diego y fuéramos su otro Juan Diego hasta el fin de los tiempos…

 

Debemos, por ende, imitar a Juan Diego y convencernos de que la Virgen quiere que seamos su Juan Diego. Que llevemos su mensaje de amor y misericordia a todos los pueblos de América, y si fuere posible, del mundo entero”.

 

Para  alegría del mundo entero, de México, y de todos los guadalupanos, el Papa Juan Pablo II, el 31 de julio del 2002 declaró santo a Juan Diego en una espléndida ceremonia llevada a cabo en la ciudad de México D. F., en la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe:

 

«Amado Juan Diego, el águila que habla. Enséñanos el camino que lleva a la Virgen morena del Tepeyac, para que ella nos reciba en lo íntimo del corazón, pues Ella es la Madre amorosa y compasiva que nos guía hasta el verdadero Dios. Amen». (palabras finales de la homilía de Juan Pablo II. 31-07-2002).

 

Para quien desee seguir los pasos de Juan Diego, visite la iglesia de Santiago de Tlatelolco que está junto a la plaza de las Tres Culturas. A este lugar acudía Juan Diego a recibir los sacramentos y el catecismo. Allí encontrará una “reliquia” del  santo: una enorme pila bautismal de hierro donde fue bautizado.

5.    EL MISTERIO DE LA TILMA

Muchos son los estudios “científicos” a los que ha sido sometida su prodigiosa imagen y a pesar de los descubrimientos realizados, continúa siendo un misterio el “significado” de lo encontrado.

 

Brevemente resumiré los más destacados descubrimientos:

 

– En 1929, Alfonso Marcué, fotógrafo oficial de la Basílica, al ampliar los negativos de su rostro, descubrió en su ojo derecho un “busto humano”, descubrimiento que fue acallado y obligado a permanecer en secreto durante muchos años.

 

– Según los estudios y pruebas realizados por el Dr. Ricardo Kuhn, en 1936, sobre dos fibras de color del ayate, manifestó que “las fibras no contienen colorantes vegetales ni colorantes animales, ni colorantes minerales”. El ayate lleva más de cuatrocientos cincuenta años sin sufrir deterioro alguno.

 

– El 29 de mayo de 1951 en horas de la noche, el dibujante José Carlos Salinas Chávez, mientras observaba con una pequeña lupa una fotografía de la guadalupana, descubrió, (según testimonio escrito) “en la pupila del lado derecho de la Santísima Virgen de Guadalupe, la cabeza de Juan Diego”. Después de comprobar el ojo izquierdo constató que el ‘busto humano”, no estaba claro como en el ojo derecho. En todo caso se comprobó lo aseverado años atrás por Alfonso Marcué, acerca del “famoso busto humano”.

 

– En1956 los doctores oftalmólogos Javier Torroella y Rafael Torija, por separado emitieron un informe, después de auscultar las pupilas de la Virgen y determinar mediante un análisis científico que ciertamente existía un “busto humano” en las pupilas de la Virgen: el “hombre con barbas”. Posteriores estudios reconfirmaron lo hallado. De todo esto llama poderosamente la atención lo que afirma el Dr. Rafael Torija al final de su primer informe en el que indica: “Los ojos de la Santísima Virgen de Guadalupe dan impresión de vitalidad”, es decir, parece que tuvieran vida. Sobre esta última afirmación hay otro hecho que destacar. En 1970 un óptico japonés al examinar las pupilas de la Virgen se desmayó de la impresión, y al volver en sí, exclamó admirado “que los ojos de la imagen estaban vivos, que lo estaban mirando”.

 

– En el mes de febrero de 1979, el profesor José Aste Tonsmann, de nacionalidad peruana, utilizando la computadora, mediante el proceso de digitalización amplió las imágenes del iris de los ojos, descubriendo para asombro de todos “un grupo humano”, divisando en primer lugar a un indio sentado”, y, posteriormente otras figuras, entre ellas, la del “hombre barbudo”, descubierta con anterioridad. El profesor Aste consiguió ampliar la imagen hasta 2500 veces de su tamaño original.

 

– Finalmente la noche del 7 de mayo de 1979, la NASA (National Aeronautics and Space Administation) de la USA, por intermedio del científico Philip S. Callagan, y el catedrático Jody B. Smith, tomaron una fotografía a la Guadalupana” con película infrarroja, a ocho centímetros de distancia, y después de examinarla, presentaron un informe, y en su conclusión final, dictaminaron que “la figura original que comprende la túnica rosa, el manto azul, las manos y el rostro, es INEXPLICABLE”.

 

Existen otros tipos de estudios que se han realizado a la venerada imagen, pero prefiero no continuar ni profundizar más. Existen verdaderos tratados que en forma abundante lo explican todo de un modo científico. La “morenita” nos interesa desde otro punto de vista; el de la fe, y es un hecho reconocido por la iglesia, que la prodigiosa imagen es de “origen divino”.

6.    EL CULTO GUADALUPANO

Desde el primer día de su milagrosa aparición en el ayate de Juan Diego se inició el culto a su amada imagen. En ese tiempo en apenas siete años, desde 1531 a 1538 se convirtieron más de ocho millones de indios que adoraban a otros dioses.

 

A través de los tiempos, la Virgen bajo la advocación de Nuestra Señora de Guadalupe ha obrado prodigios, extendiéndose su culto por todo el orbe. La Iglesia y todos los pueblos no se cansan de proclamarla y alabarla. Los hechos así lo confirman:

 

– El 7 de octubre de 1571, antes de la batalla de Lepanto, el Papa San Pío V frente a una copia de la imagen de Nuestra Señora de Guadalupe que portaba Gian Andrea Doria, añadió al Avemaría: “AHORA Y EN LA HORA DE NUESTRA MUERTE. AMEN”.

 

– En 1667, el Papa Clemente IX en honor de Nuestra Señora de Guadalupe, mediante Bula, instituyó el 12 de diciembre como día de fiesta.

 

– El 2 de febrero  de 1725, el Papa Benedicto XIII mediante Bula decretó la erección en Insigne y Real Colegiata al Santuario de la Virgen de Guadalupe. También le dio el título de Villa.

 

– El 27 de abril  de 1737, la Virgen de Guadalupe fue proclamada Patrona de la capital de Nueva España.

 

– el 25 de mayo de 1754, el Papa Benedicto XIV, confirmó el Patronato de la Virgen de Guadalupe sobre la Nueva España, (desde Arizona hasta Costa Rica) y promulgó una Bula que aprobó a la Virgen de Guadalupe como Patrona de México, concediéndole misa y oficio propios. Estas gracias que el Papa le concedió a la Virgen de Guadalupe se dieron gracias a este hecho: El Papa, después de contemplar extasiado una copia auténtica de la Guadalupana, pintada por Don Miguel Cabrera, fue llevada como regalo a Su Santidad por el padre Juan Francisco López. En esa ocasión luego de examinarla con atención, con lágrimas en los ojos pronunció una frase del salmo 147, 20 que se ha perennizado: “non fecit taliter omni nationi” NO HIZO COSA IGUAL CON OTRA NACIÓN.

 

– En 1758, Puerto Rico la proclamó su PATRONA.

 

– El 12 de octubre de 1895, el Papa León XIII aprobó la primera coronación de la Virgen de Guadalupe, como REINA y PATRONA del pueblo mexicano. Un año antes aprobó un nuevo Oficio propio. En su honor compuso una liturgia latina completa.

 

– El 9 de febrero de 1904, el Papa San Pío X le concedió la dignidad de Basílica a la entonces Colegiata de Guadalupe.

 

– El 24 de agosto de 1910, el Papa San Pío X proclamó a Nuestra Señora de Guadalupe como “Patrona de América Latina”.

 

– El 10 de diciembre de 1933, el Papa Pío XI realizó su Coronación Pontificia en Roma.

 

– El 16 de julio de 1935, Pío XI la nombró Patrona de las Islas Filipinas.

 

– En 1938, S.S. Pío XII declaró el año Santo Guadalupano para el Continente Latino Americano.

 

– El 12 de octubre de 1945, el Papa Pío XII con motivo de los cincuenta años de su coronación, la declaró “Reina de México y Emperatriz de las Américas”.

 

– El 31 de mayo de 1966, el Papa Pablo VI por intermedio del Cardenal Confalonieri obsequió a la “Guadalupana” una rosa de oro[12] como recuerdo de las “rosas de Castilla”, que florecieron en el cerrito del Tepeyac.

 

– El 27 de enero de 1979, el Papa Juan Pablo II, en su primera salida del Vaticano como “peregrino de la evangelización” visitó la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe, e hizo la entrega a la Virgen, de una corona de oro al final de su homilía.

 

– El 6 de mayo  de 1990, el Papa Juan Pablo II, en su segunda visita a la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe, beatificó a Juan Diego.

 

– El 23 de enero de 1999, el Papa Juan Pablo II, en su cuarta visita a México, y tercera visita personal a la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe, presidió una solemne Eucaristía con motivo de la clausura de la Asamblea especial para América del Sínodo de Obispos, proclamando en la homilía que el 12 de diciembre se celebre a la Virgen de Guadalupe con el rango litúrgico de fiesta.

7.    LOS PAPAS Y SUS MENSAJES GUADALUPANOS

PAPA PIO XII

– El Papa Pío XII, el 12 de octubre de 1945 con motivo de la celebración del Cincuentenario de la Coronación Canónica de su portentosa imagen, dijo esta inspirada frase:

 

“En la tilma del pobrecito Juan Diego -como refiere la tradición- pinceles que no eran de acá abajo dejaban pintada una imagen dulcísima, que la labor corrosiva de los siglos maravillosamente respetaría”. En esa misma ocasión hizo esta maravillosa sentencia: Estamos seguros que mientras Tú seas reconocida como Reina y Madre, América y México se han salvado”.

PAPA PABLO VI

– El Papa Pablo VI en un mensaje dirigido al pueblo mexicano el 18 de octubre de 1970, manifestó en una de sus partes:

 

“La devoción a la Virgen Santísima de Guadalupe debe ser para todos una constante y particular exigencia de auténtica renovación cristiana. La corona que ella espera de todos vosotros no es tanto una corona material, sino una preciosa corona espiritual, formada por un profundo amor a Cristo y por un sincero amor a todos los hombres: los dos mandamientos que resumen el mensaje evangélico. La misma Virgen Santísima, con su ejemplo nos guía en estos dos caminos”.

PAPA JUAN PABLO II

– El 26 de enero de 1979, el Papa Juan Pablo II en su primera visita a México, durante la celebración Eucarística celebrada en la catedral metropolitana de México, al final de su homilía, hablando de “el compromiso de la fidelidad a Cristo, a la Iglesia de hoy”, manifestó:

 

“La Virgen fiel, La Madre de Guadalupe, de quien aprendemos a conocer el designio de Dios, su promesa y alianza, nos ayude con su intercesión a firmar este compromiso y a cumplirlo hasta el final de nuestra vida, hasta el día en que la voz del Señor nos diga «Ven siervo bueno y fiel; entra en el gozo de tu Señor» (Mt 25, 21-23). Así sea”.

 

– En la homilía pronunciada por Su Santidad Juan Pablo II el 27 de enero de 1979 en la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe, con motivo de la III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano que se reunió en Puebla, el Papa en su parte inicial le tributó a la Virgen este magistral saludo:

 

¡Salve María!

1. Cuán profundo es mi gozo, queridos hermanos en el Episcopado y amadísimos hijos, porque los primeros pasos de mi peregrinaje, como sucesor de Pablo VI y de Juan Pablo I, me traen precisamente aquí. Me traen a Ti, María, en este santuario del pueblo de México y de toda América Latina, en el que desde hacer tantos siglos se ha manifestado tu maternidad.

 

¡Salve María!

Pronuncio con inmenso amor estas palabras y reverencia estas palabras, tan sencillas y a la vez tan maravillosas. Nadie podrá saludarte nunca de un modo más estupendo que como lo hizo un día el arcángel en el momento de la Anunciación. Ave María, gratia plena, Dominus tecum.

 

Repito estas palabras que tantos corazones guardan y tantos labios pronuncian en todo el mundo. Nosotros aquí presentes las repetimos juntos, conscientes de que estas son las palabras con las que Dios mismo, a través de su mensajero, ha saludado a Ti, la Mujer prometida en el Edén, y desde la eternidad elegida como Madre del Verbo, Madre de la divina Sabiduría. Madre del Hijo de Dios”.

¡Salve, Madre de Dios!

A LOS OBISPOS MEXICANOS

El Papa Juan Pablo II cuando recibió la visita de los obispos mexicanos,  (que acudieron al Vaticano para presentarle el informe pastoral) les dijo estas frases:

 

– “Sea la Dulce Señora del Tepeyac, la Madre de Guadalupe, a cuyo santuario sigue el Papa peregrinando espiritualmente y cuya imagen conserva muy cerca, la que indique a todos: “Id a Jesús”, camino, verdad, vida. Así sea”. (30 de octubre de 1979).

 

– “A la amada Señora del Tepeyac confío en particular las familias cristianas para que las transforme en verdaderas “Iglesias domésticas” donde Ella desarrolle toda la eficacia de su acción educadora y materna”. (1 de octubre de 1983).

 

– “Que María de Guadalupe, reconciliadora Ella misma para crear el mestizaje de dos pueblos y dos culturas, sea la constante inspiradora de vuestra pastoral: que Ella os proteja y haga fecundos vuestros esfuerzos: y que, como PRIMERA EVANGELIZADORA DE AMÉRICA os ayude a seguir convirtiendo en educación ordenada y progresiva de la fe el mensaje guadalupano”. (28 de octubre de 1983).

8.   S.S. JUAN PABLO II EN  SU CUARTO VIAJE A MEXICO

El 23 de enero de 1999, con motivo de la clausura del Sínodo de Obispos para América, el Papa Juan Pablo II en la homilía que pronunció en el “corazón mariano de América” (como llamó el Papa en esa ocasión a la Basílica de Guadalupe), en una de sus partes manifestó:

 

“He venido para poner a los pies de la Virgen mestiza del Tepeyac, Estrella del Nuevo Mundo, la Exhortación apostólica Eclessia in America, que recoge las aportaciones y sugerencias pastorales de dicho Sínodo, confiando a la Madre y Reina de este Continente el futuro de su evangelización”.

 

Mas adelante el Papa en su homilía, hizo un esperado y anhelado anuncio, junto a una imponente y conclusiva oración:

 

“Quiero confiar y ofrecer el futuro del Continente a María Santísima, Madre de Cristo y de la Iglesia. Por eso tengo la alegría de anunciar ahora que he declarado que el día 12 de diciembre en toda América se celebre a la Virgen María de Guadalupe con el rango litúrgico de fiesta.

 

¡Oh Madre!, tú conoces los caminos que siguieron los primeros evangelizadores del Nuevo Mundo, desde la isla Guanahaní y La Española hasta las selvas del Amazonas y las cumbres andinas, llegando hasta la tierra de fuego en el Sur y los grandes lagos y montañas del Norte. Acompaña a la Iglesia que desarrolla su labor en las naciones americanas, para que sea siempre evangelizadora y renueve su espíritu misionero. ¡Alienta a todos aquellos que dedican su vida a la causa de Jesús y a la extensión de su Reino!

 

¡Oh dulce Señora del Tepeyac, Madre de Guadalupe! Te presentamos esta multitud incontable de fieles que rezan a Dios en América. Tú que has entrado dentro de su corazón, visita y conforta los hogares, las parroquias y las diócesis de todo el Continente. Haz que las familias cristianas eduquen ejemplarmente a sus hijos en la fe de la Iglesia y en el amor del Evangelio, para que sean semillero de vocaciones apostólicas. Vuelve hoy tu mirada sobre los jóvenes y anímalos a caminar con Jesucristo.

 

¡Oh Señora y Madre de América! Confirma la fe de nuestros hermanos y hermanas laicos, para que en todos los campos de la vida social, profesional cultural y política actúen de acuerdo con la verdad y la ley nueva que Jesús ha traído a la humanidad. Mira propicia la angustia de cuantos padecen hambre, soledad, marginación o ignorancia. Haznos reconocer en ellos a tus hijos predilectos y danos el ímpetu de la caridad para ayudarlos en sus necesidades.

 

¡Virgen Santa de Guadalupe, Reina de la Paz! Salva a las naciones y a los pueblos del Continente. Haz que todos, gobernantes y ciudadanos, aprendan a vivir en la auténtica libertad, actuando según las exigencias de la justicia y el respeto de los derechos humanos,  para que así se consolide definitivamente la paz.

¡Para ti, Señora de Guadalupe, Madre de Jesús y Madre nuestra, todo el cariño, honor, gloria y alabanza continua de tus hijos e hijas americanos!”.

Tomado de idyanunciad.net

“Todos cuentan”

“Todos cuentan”

Mateo 18, 12-14 

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: —«¿Qué os parece? Suponed que un hombre tiene cien ovejas: si una se le pierde, ¿no deja las noventa y nueve en el monte y va en busca de la perdida? Y si la encuentra, os aseguro que se alegra más por ella que por las noventa y nueve que no se habían extraviado. Lo mismo vuestro Padre del cielo: no quiere que se pierda ni uno de estos pequeños.»

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Una de las actitudes que el Mesías traerá, es antes todo la conciencia de que absolutamente ningún alma quede excluida de la alegría de la salvación. Ya que por un solo pecado y un solo hombre se perdió la gracia de Dios, al igual basta una sola alma perdida para ir en su búsqueda, al Igual por una sola alma necesitada de redención será enviado el Salvador.

Nuestro Padre celestial a toda alma creada le profesa un amor incondicional, por lo que el que ha de venir, incluirá a todos, empezando por los del pueblo llamado por Dios, para posteriormente de ahí anunciar la buena nueva a todas las naciones.

Es por ello que todos cuentan, nadie está excluido, y todos tienen el derecho de conocer la verdad y a aquél que se nos ha enviado.

La invitación que se nos da ante el encuentro con Jesús es totalmente abierta, y la decisión de retroalimentar ese amor corresponde a nuestro ser, por lo que si alguien se llega a sentir excluido, será por una moción personal mal entendida y a veces presionada por el dolor. 

Basta reconocer toda la obra que el mismo Padre ha dispuesto para que su Hijo se manifieste en nuestra carne como una muestra de su amor incondicional para con nosotros, ya que su objetivo no es otro sino el que permanezcamos en el mismo amor.

“¿Qué convence más?”

“¿Qué convence más?”

Lucas 5, 17-26

Un día Jesús estaba enseñando y estaban también sentados ahí algunos fariseos y doctores de la ley, venidos de todas las aldeas de Galilea, de Judea y de Jerusalén.
El poder del Señor estaba con él para que hiciera curaciones. 

Llegaron unos hombres que traían en una camilla a un paralítico y trataban de entrar, para colocarlo delante de él; pero como no encontraban por dónde meterlo a causa de la muchedumbre, subieron al techo y por entre las tejas lo descolgaron en la camilla y se lo pusieron delante a Jesús. Cuando él vio la fe de aquellos hombres, dijo al paralítico: “Amigo mío, se te perdonan tus pecados”. 

Entonces los escribas y fariseos comenzaron a pensar: “¿Quién es este individuo que así blasfema? ¿Quién, sino sólo Dios, puede perdonar los pecados?” Jesús, conociendo sus pensamientos, les replicó: “¿Qué están pensando? ¿Qué es más fácil decir: ‘Se te perdonan tus pecados’ o ‘Levántate y anda’? Pues para que vean que el Hijo del hombre tiene poder en la tierra para perdonar los pecados —dijo entonces al paralítico—: Yo te lo mando: levántate, toma tu camilla y vete a tu casa”. 

El paralítico se levantó inmediatamente, en presencia de todos, tomó la camilla donde había estado tendido y se fue a su casa glorificando a Dios. Todos quedaron atónitos y daban gloria a Dios, y llenos de temor, decían: “Hoy hemos visto maravillas”.

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Muy impuestos estamos a de manera nativa utilizar la famosa frase “ver para creer”, que no nace precisamente del evangelio con el Apóstol Tomás, ya se usaba como método científico desde antaño, puesto que aplica a la perfección a nuestra manera de aprender, y que no es otra, sino a través de nuestros sentidos, los cuales son instrumentos por los que percibimos sensiblemente el mundo.

Sin embargo el mundo no se limita a lo que alcanzamos sensiblemente a palpar, ya que por el hecho de que no podamos ver el aire, neguemos que existe, sería absurdo, y de igual manera con miles de cosas que no percibimos y que su existencia no depende de que lo afirmemos, existen porque son, aunque no las reconozcamos.

Por lo que, basándonos es ese esquema y de igual manera tratar de aplicarlo en la relación que tenemos para con Dios, solicitamos el convencimiento cerebral lógico de las pruebas, que en una inteligencia total, salen sobrando, porque las pruebas son para los que dudan y necesitan algo externo que los convenza, pero ese convencimiento es forzado, obligado por un hecho que le quita toda la autenticidad y se convierte en un conocimiento afirmado y aceptado no por la voluntad, sino por un acontecimiento externo.

Así que si esperas un millar de pruebas para iniciar un proceso de fe, entonces lo que menos vas a experimentar es la fe, si te convence más una curación visual, así llamada milagro, que una sanación y transformación del corazón y por ende del alma donde ocurre el verdadero milagro, nos falta mucho.

Es simple la cuestión para evaluar tu fe: ¿Qué te convence más? los milagros probados, o una vida plena en el Señor donde los milagros sabemos que se dan, pero que salen sobrando para verdaderamente y sin necesidad de ellos amar a Dios.

“Todos verán la salvación…”

“Todos verán la salvación…”

Lucas 3, 1-6

En el año décimo quinto del reinado de César Tiberio, siendo Poncio Pilato procurador de Judea; Herodes, tetrarca de Galilea; su hermano Filipo, tetrarca de las regiones de Iturea y Traconítide; y Lisanias, tetrarca de Abilene; bajo el pontificado de los sumos sacerdotes Anás y Caifás, vino la palabra de Dios en el desierto sobre Juan, hijo de Zacarías. 

Entonces comenzó a recorrer toda la comarca del Jordán, predicando un bautismo de penitencia para el perdón de los pecados, como está escrito en el libro de las predicciones del profeta Isaías: Ha resonado una voz en el desierto: Preparen el camino del Señor, hagan rectos sus senderos. Todo valle será rellenado, toda montaña y colina, rebajada; lo tortuoso se hará derecho, los caminos ásperos serán allanados y todos los hombres verán la salvación de Dios. 

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Al día de hoy, de una manera automática lo que sabemos hacer,  como un instinto natural, agarrarnos de lo que tenemos y vivir nuestra vida defendiendo nuestro ser así como nuestro pensar.

Sin embargo la experiencia de la misma historia de la salvación, nos ha sabido dar una solución a esa defensiva de cuidar radicalmente la vida con temor, y esa es la espera, esa espera que nos informa que precisamente vendrá la solución a esos miedos tan profundos que todos tenemos y que de alguna manera manifestamos en nuestro diario obrar.

Si se nos informa que todos veremos la salvación, es precisamente porque se nos está manifestando un plan mayor a nuestras propias limitaciones y expectativas, ya que la salivación está cerca, por ello San Juan Bautista lo proclama, y no como un loco que se le ocurrió, sino porque ya inició el proceso salvífico y, esos son los signos claros de su presencia con el anuncio.

La realidad es que aún dada la salvación con la redención y expuesta de manera clara con los hechos ahora ya históricos realizados por Cristo Jesús, los temores de cuidarnos, se han canalizado en banalidades como cuidar tu patrimonio, cuidar tu belleza física, el cuerpo, la alimentación, etc… pensando que con eso basta. Al final la necesidad de seguridad dada por la salvación quedará vacía y nuestro ser en la eterna insatisfacción porque las seguridades externas a nuestro ser, quedan precisamente ahí, en el exterior.

Esperar a ver la salvación no se refiere a que te llegará del cielo cubriendo tus necesidades, va a nacer, estará en la tierra, será como uno de nosotros, entonces ,con un Dios hecho hombre, con su ejemplo sabrás que esa salvación ya ha llegado, y que las herramientas están aquí en la tierra para llegar con ellas hasta el Reino Eterno.

Así que a nadie se le excluye, por el contrario, todos vemos la salvación, pero de nosotros depende el hacerla nuestra o seguir esperando según tengas cada bimestre una nueva necesidad, esperar quien te la venda y pagarlas o librarte de ellas y esperar la que desde el fondo de nuestro ser sabemos que es la que vale la pena, esperar al Mesías que ya llega con una salvación integral y verdadera.

«Necesidad o hábito»

«Necesidad o hábito»

Lucas: 18, 1-8

En aquel tiempo, para enseñar a sus discípulos la necesidad de orar siempre y sin desfallecer, Jesús les propuso esta parábola:
«En cierta ciudad había un juez que no temía a Dios ni respetaba a los hombres. Vivía en aquella misma ciudad una viuda que acudía a él con frecuencia para decirle: `Hazme justicia contra mi adversario’.
Por mucho tiempo, el juez no le hizo caso, pero después se dijo: ‘Aunque no temo a Dios ni respeto a los hombres, sin embargo, por la insistencia de esta viuda, voy a hacerle justicia para que no me siga molestando’ «.
Dicho esto, Jesús comentó: «Si así pensaba el juez injusto, ¿creen acaso que Dios no hará justicia a sus elegidos, que claman a Él día y noche, y que los hará esperar? Yo les digo que les hará justicia sin tardar. Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿creen que encontrará fe sobre la tierra?».

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A veces tenemos en la conciencia una alarma que se activa curiosamente tan sólo en situaciones que nos estremecen, haciendo que abandonemos temporalmente nuestro mundo de las ideas, por las que navegamos el noventa y nueve por ciento del tiempo, y asentándonos en el evento real, que veces es de dolor, a veces de alegría.

Ese tomar conciencia en medio del dolor o la alegría, estimula en nuestro sentido religioso para dirigirnos a Dios, ya sea para pedir ante alguna necesidad o para dar gracias. Sin embargo, no es una constante sino una ocasión, la cual parece normal en nuestras vidas, porque le damos importancia tan sólo a la mente unida al sentimiento; por ende resulta que a Dios lo tomamos en cuenta cuando nos nace.

Cuando Jesús habla de su obra, no es para idealizarla o mantenerla como una muy buena intención, sino que nos trasmite hechos factibles en el aquí y el ahora, para aplicarlo a situaciones reales y no tan sólo a las ideas desconectadas con la vida, así llamadas espirituales, que navegan en el mundo de lo etéreo de lo abstracto, nada concreto y real aunque te digas que tienes mucha fe.

Sin embargo la oración es un medio espectacular que interconecta ambos mundos, tanto el ideal como el real, haciéndolo más eficaz y convergente con nuestras ideas, ya que aplicamos la verdad a lo que le corresponde, sin la necesidad de sufrir por solicitar cosas y situaciones que no son viables y mucho menos reales.

Es por ello muy conveniente tener el hábito de la oración, así como tenemos el hábito del aseo diario, porque conocemos su conveniencia y sus beneficios, orar cuando nos nace, no crea historial para la vida eterna, sin embargo, la oración diaria es una herramienta que  dice mucho de ti ante Dios y ante la humanidad. Se te invita a que la oración no sea una necesidad, sino un hábito. Inténtalo y verás la diferencia del hacerla al no hacerla.

“Listo para el banquete”

“Listo para el banquete”

Lucas: 14, 15-24

En aquel tiempo, uno de los que estaban sentados a la mesa con Jesús le dijo: «Dichoso aquel que participe en el banquete del Reino de Dios».
Entonces Jesús le dijo: «Un hombre preparó un gran banquete y convidó a muchas personas. Cuando llegó la hora del banquete, mandó un criado suyo a avisarles a los invitados que vinieran, porque ya todo estaba listo. Pero todos, sin excepción, comenzaron a disculparse. Uno le dijo: ‘Compré un terreno y necesito ir a verlo; te ruego que me disculpes’. Otro le dijo: ‘Compré cinco yuntas de bueyes y voy a probarlas; te ruego que me disculpes’. Y otro más le dijo: ‘Acabo de casarme y por eso no puedo ir’.
Volvió el criado y le contó todo al amo. Entonces el señor se enojó y le dijo al criado: Sal corriendo a las plazas y a las calles de la ciudad y trae a mi casa a los pobres, a los lisiados, a los ciegos y a los cojos’.
Cuando regresó el criado, le dijo: ‘Señor, hice lo que me ordenaste, y todavía hay lugar’. Entonces el amo respondió: Sal a los caminos y a las veredas; insísteles a todos para que vengan y se llene mi casa. Yo les aseguro que ninguno de los primeros invitados participará de mi banquete’ “.

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Los tiempos sobre todo por estos lados, mientras exista una comunidad organizada, el alimento de alguna manera no faltará, y cuando alimento está asegurado, nos damos el lujo de optativamente rechazar una invitación a un banquete, y es que eso que nos darán ahí, lo tenemos garantizado por otro lado.

Es por ello que vemos tan sólo la ocasión, pero no las circunstancias, ni la persona que se ha dignado en invitarnos, mucho menos el vínculo de amistad que los une y además se puede cultivar y fortalecer.

Las opciones son tantas que al final nos perdemos entre aquellas que realmente valen la pena ante las que tan sólo son de relleno y vacío personal. La cuestión aquí radica en que sin esta capacidad de discernimiento, no sabremos elegir o en su defecto, aunque aceptemos no sabremos aprovecharlas sino tan sólo para comer, ó peor aún, para beber, descartando en sí la riqueza de tratos humanos que iluminan nuestro pensar y el respeto que se merecen cada uno de ellos, así como la amistad. 

La razón de invitar a los pobres y a los más necesitados, es porque realmente aprovecharan la ocasión ya que carecen en su mayoría de esa posibilidad, valorarán el detalle y serán realmente agradecidos. Cosa que los invitados inflados en su ego no tienen.

Por ello, se nos invita a estar siempre listos para el banquete, saber aprovechar lo que Dios nos brinda, lo que se nos da, sobre todo en la Eucaristía aquel alimento que nos da miedo porque preferimos perdernos en la fiesta anónima y pagana para ser nadie y no comprometeremos en un lugar privilegiado que nos otorgan, donde ven quien soy en realidad.

“La siembra, siempre es para el futuro”

“La siembra, siempre es para el futuro”

Lucas 14, 12-14 

En aquel tiempo, decía Jesús a uno de los principales fariseos que le había invitado: Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos ni a tus hermanos ni a tus parientes ni a los vecinos ricos: porque corresponderán invitándote y quedarás pagado. Cuando des un banquete, invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos; dichoso tú, porque no pueden pagarte; pero ya te pagarán cuando resuciten los justos. 

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Resulta ilógico e inconcebible pretender que una semilla de cualquier planta, con todo su potencial, dé los resultados esperados de manera inmediata, ya que implica un proceso, un tiempo y una espera.

Al igual que un agricultor, lo que siembra un día, en el momento justo lo cosechará. Pero con las prisas del inmediatismo que impera hoy en día, ya no se sabe esperar, todo se exige en el aquí y el ahora, incluso se sufre por no obtener lo que trabajamos o lo que queremos de manera inmediata.

El Señor nos propone un solución que acompaña nuestra vida, esa es la esperanza, aquella virtud que nos hace saber esperar y reconocer que todo lo que sembremos, ya sea palabra, obras, consejos, amistades, al momento presente son eso, una siembra y, a lo mejor con el tiempo nos toca cosecharlas.

No hay que olvidar que los bienes de los que hoy eres partícipe, alguna persona tiempo atrás los sembró y ahora los disfrutas. Así es como funciona la vida, hoy gozamos de lo que otros o inclusive tú sembraste ayer. 

Por ello se nos invita a hacer las buenas obras sin esperar una retribución o un gracias hoy, eso es una siembra, ya se te pagarán en esta vida y si no, están sembradas y garantizadas para cuando resuciten los justos.